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Río Tercero, la ciudad que no adhirió al duelo por el fallecimiento de Menem

El expresidente Carlos Menem, fallecido el domingo, llegó a Río Tercero, como candidato en 1989. Allí prometió «levantar las persianas» de la Fábrica Militar. En 1995, retornó en la tarde del 3 de noviembre, cuando la industria había estallado. Las persianas de la misma habían volado por el aire en el contexto de un modelo de achicamiento de todo lo que fuera estatal.

Río Tercero, una decisión que trascendió la ciudad y fue noticia internacional: no adhirió al duelo nacional.

Por Fabián Menichetti (*) Editor de Tercer Río Noticias (3rionoticias.com)

Corría 1989 y Carlos Saúl Menem, quien falleció el domingo, entonces candidato a presidente, llegaba a Río Tercero. Con un poncho y mostrando amplias patillas, se presentaba como un caudillo, un candidato «populista», como lo llamarían hoy. Ya como mandatario, dejaría el poncho y calzaría trajes de marca, además de cambiar su fisonomía. Eso, claro, alegraría a quienes pretendían un Estado inexistente o diezmado y que imperara sólo el mercado. Los hubo de todos los colores políticos. No deben existir hipocresías.

En aquella jornada, sábado, en el lugar en donde se realizaban los actos con candidatos a la presidencia tras la recuperación democrática, intersección de Libertad, Avenida 9 de Septiembre y Fray Justo Santa María de Oro, Menem lanzó, entre otras promesas, que entre sus medidas se «levantarían las persianas» de la Fábrica Militar de Río Tercero. 

Ya en el ejercicio de la presidencia, el impacto de sus medidas se percibieron en Río Tercero, como en el país. Las persianas de la industria estatal comenzaron a bajarse. A través de los retiros voluntarios comenzó a descender el plantel laboral. Muchos de aquellos trabajadores pasaron a ser cuentapropistas: un comercio, un remise, un taxi, entre otras actividades. Además, se procedía a privatizar el paquete accionario estatal de las otras dos grandes industrias con formatos de Sociedad Anónima Mixta: Atanor y Petroquímica. 

Del complejo de Fabricaciones Militares, de las plantas que existían en la provincia de Córdoba, esto es Río Tercero, Villa María y San Francisco, sólo sobrevivirían tras sus dos presidencias las de Río Tercero y Villa María. La de San Francisco sería cerrada. Ya se había impuesto, además, la ley de convertibilidad, con Domingo Cavallo como superministro de Economía; también se imponía la precarización laboral que era parte de aquel modelo.

En el recuerdo en la ciudad había quedado aquella incumplida promesa de «levantar las persianas» de la industria estatal. El escenario era totalmente diferente. El achicamiento de la Fábrica Militar generaría un efecto dominó hacia otros sectores. Río Tercero ya había dejado de ser la «isla» de los setenta y los ochenta. Sufría los avatares del modelo neoliberal.

No todo quedaría en el impacto económico de un modelo, como está señalado, que acompañaba el poder económico nacional e internacional, y cuya propaganda, claro, era promovida por diferentes comunicadores, entre los que se destacan Bernardo Neustadt y Mariano Grondona, entre otras y otros en distintos medios masivos. La corrupción imperante en los diferentes niveles del Estado, comenzaba también a ser noticia. Ya no se podía ocultar. Ciertos medios comenzaban a exponerla. Algún grupo mediático beneficiado con la ola privatizadora del modelo menemista, también lo debería hacer. Era evidente, si imperaba el «no pasa nada» y se ocultaba lo que sucedía. El favor ya estaba hecho.

En marzo de 1995 se conocía que existía una denuncia por la venta de armamentos de manera ilícita a Croacia y Ecuador. En los decretos firmados para dicha venta, figuraban como destinos Venezuela y Panamá. La noticia se convirtió en un escándalo. El 3 de noviembre de ese año, potentes explosiones destruían a la Fábrica Militar Río Tercero. Se determinaría luego que había sido el centro operativo del contrabando.

Aquel hecho fue determinado por la Justicia como «intencional», un atentado para borrar el faltante de material bélico. En la tarde de aquel viernes 3 de noviembre, Menem llegaba a la ciudad. En la Municipalidad brindaba una conferencia de prensa. Aseguraba ante los periodistas que allí nos encontrábamos que se había tratado de un «lamentable accidente» y que debía descartarse el «atentado». Ante la insistencia, fue el gobernador Ramón Mestre quien aseveró lo expuesto por Menem. «Descártelo totalmente», enfatizó ante los medios.  

Aquel hecho dejaba siete víctimas fatales directas, más de 300 personas heridas y cuantiosos daños materiales, además del impacto emocional colectivo, que se extendería con los años, inclusive hasta el presente. La ciudad, bombardeada sin estar el país en guerra, observaba cómo su historia se partía en dos, inevitablemente: el antes y el después de las «explosiones», eufemismo para calificar al atentado en los medios y en el lenguaje popular.

Un año después de aquella calamidad, con una denominada y resistida «reconversíón laboral», eran despedidas 424 personas de la industria madre de la ciudad. De los dos mil trabajadores de sus mejores épocas, en el prólogo del siglo 21 quedaban apenas 196.

La teoría del accidente, sostenida contra viento y marea por el primer juez instructor, Luis Martínez, comenzó a derrumbarse. La querellante penal Ana Gritti, esposa de una de las víctimas que dejó la voladura, Hoder Dalmasso, planteaba que no había sido un hecho fortuito. Carlos Menem, inhibido el juez Martínez, con la llegada de un magistrado subrogante a Río Cuarto, Oscar Valentinuzzi, sería procesado y citado a indagatoria.

Valentinuzzi sostenía que en la estructura piramidal del Estado, además de los mandos intermedios, los exmilitares que serían condenados en un juicio de 2014, existía un máximo responsable en su vértice, que había sido el presidente. La defensa de Menem, no solo lograba que eludiera la indagatoria, sino que, además, podía evitar que el exmandatario estuviera junto a los militares juzgados en el Tribunal Oral Número 2 de Córdoba.

De hecho, el Tribunal de 2014 sostendría en parte de sus fundamentos: (…) la cadena jerárquica de mando, en la transmisión de las órdenes y directivas impartidas desde el vértice del aparato piramidal del Estado nacional, para poner en marcha la ejecución del plan criminal y corrupto del contrabando de material bélico con destino a Croacia y Ecuador; al descubrirse tales maniobras ilícitas, actuando con elevado nivel de impunidad, organizaron el estrago intencional contra la FMRT, con un lamentable resultado de siete personas fallecidas, varios heridos de distinta consideración y cuantiosos perjuicios materiales y morales para una población civil inocente e indefensa, motivados únicamente por la abyecta finalidad de hacer desaparecer pruebas en su contra y lograr así desvincularse de las investigaciones judiciales que se llevaban adelante (…).

Mantenido el procesamiento por el nuevo magistrado titular riocuartense, Carlos Ochoa, luego del pedido de elevación a juicio de los fiscales, Carlos Gonella y Guillermo Lega, la defensa del ahora fallecido expresidente presentaba un recurso. Una Cámara de Apelaciones de Córdoba le dictaba una falta de mérito y Menem no estaría en el juicio.

La querella insistiría y la misma Cámara cordobesa, con otra conformación, revisaría la medida. Era procesado otra vez por el juez Ochoa. En noviembre de 2020, cuando se cumplían 25 años del atentado de 1995, el TOFE2 de Córdoba fijaba el 24 de febrero para la continuidad del juicio de 2014, pero con Menem como único imputado como «autor mediato» de «estrago doloso agravado por la muerte de personas». Pocos días antes de su fallecimiento, su defensa solicitaría la suspensión del juicio por cuestiones de salud. 

Todo el arco político del país, desde el oficialismo a la oposición, desde el actual presidente a la expresidenta, publicaron mensajes de condolencias por el deceso del senador por La Rioja y exmandatario. Lo hicieron otras autoridades y los presidentes del Justicialismo, del PRO y de la Unión Cívica Radical. El Gobierno decretó tres días de duelo nacional. Se indica que se trató de alguien que llegó a ser presidente por el voto popular, lo que es real. También es real que en Río Tercero es diferente. La ciudad decidió no adherir al protocolo. 

El arco político riotercerense no publicó mensajes de condolencias. El municipio, por un decreto firmado por el intendente Marcos Ferrer cuando se cumplieron 25 años de la voladura, refrendado por una ordenanza votada a pleno por el Concejo Deliberante, estableció que Carlos Saúl Menem no reciba reconocimientos en su memoria. Ahora, tras su fallecimiento, informó que no adhería al decreto nacional por el duelo. Las banderas no se colocaron a media asta.

Lo que para muchos puede resultar una muestra de inhumanidad, en Río Tercero, más allá de quienes aplaudieron sus medidas en el variopinto partidario local aunque con igual ideología y que le otorgaron cuatro mil votos en la elección de 2003, cuando luego prefirió no competir en una segunda vuelta, tiene otro sentido. En la ciudad se descontaba, de hecho, que el expresidente no afrontaría ese juicio tardío. Muy demorado. Desde hace años, no desde ahora, la sociedad se resignó ante la extrema lentitud de la Justicia.

Más allá de que como lo señalaron los fiscales Gonella y Lega, el contexto de la voladura por el contrabando respondió a un alineamiento del gobierno de entonces con las políticas del poder del norte y el atentado pudo ser producto de un entramado internacional, el Estado, se sostuvo siempre, con su máxima autoridad, fue responsable por lo sucedido. Eso se dedujo en convicciones de pública y oral coincidencia, más allá de no existir un nuevo juicio.

Es que aún resuenan los estallidos, el ulular de las sirenas, los gritos y los llantos de miles de personas que escapaban del bombardeo, en aquel lejano pero siempre cercano noviembre de 1995, y sobre todo los nombres de quienes vieron truncadas sus existencias en aquella atroz jornada del viernes 3 de noviembre: Aldo Aguirre, Leonardo Solleveld, Elena Rivas de Quiroga, Laura Muñoz, Romina Torres, Hoder Dalmasso, y José Varela. Por ellos sí, en uno de los accesos a la ciudad, en un cartel hay un crespón de color negro en señal de duelo.

Sus familiares, terminaron por aferrarse a la «Justicia Divina».

La Justicia humana, sin dudas, quedó en deuda.

(*) Fabián Menichetti. Periodista, editor Tercer Río Noticias (3rionoticias.com). Director periodístico Mestiza Rock. Autor de los libros: Noviembre (1997) y Esquirlas de Noviembre (2011)

Fuente: 3rionoticias.com