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Orgullo Olímpico: de medallas y triunfos

Por Redacción ACN • 27/07/2021 12:00 • Tiempo estimado de lectura: 2 minutos

La llegada a la meta de Romina Biagioli es la imagen de la deportista amateur, la que evidencia que estar, participar y llegar es el triunfo. La cordobesa ocupó el puesto 33, lejos del podio, pero con emoción.

El aplauso final a la llegada de la cordobesa Romina Biagioli, era el más lindo de los premios. No era una medalla que se cuelga en el cuello, era el reconocimiento que abraza para la atleta que llegaba última, que arribaba con dolor, pero que sólo tenía el objetivo de ganarse a sí misma y esa fue la medalla simbólica que se lleva Romina de Tokio 2020.

Todavía la delegación argentina no obtuvo medallas y capaz que la cosecha sea escasa. A decir verdad, nunca hay una gran cantidad de medallas, pero para el exitismo es un dato no menor. Las medallas de oro de Atenas luego de más de cinco décadas sin lograrlas llegaron por los deportes más profesionalizados (fútbol y básquet), luego Paula Paretto, Crismanich o la dupla de Vela y Ciclismo fueron los otros medallistas dorados en este siglo.

En la mañana de Tokio (atardecer en Argentina), Romina Biagioli se puso el traje de la ilusión de la deportista amateur. En la imagen olímpica de la persona nadando, andando en bici y corriendo. La deportista cordobesa participó de la extenuante prueba del triatlón femenino.

Romina había clasificado en el último preolímpico disputado en Portugal. En dicha clasificación sufrió la fractura de su costilla y en la carrera olímpica se la vio por momentos tomándose el costado derecho y muy dolorida. Sin embargo, Romina llegó. Veinte triatletas debieron abandonar. Solo llegaron treinta y cuatro y la posición treinta y tres a doce minutos de la ganadora (de Bermudas, primera medalla de oro para ese país en su historia) fue ella y lo festejó como una victoria.

“Estoy muy feliz. Fue una carrera que nadie esperaba. Hacía mucho calor y las condiciones climáticas fueron totalmente distintas”, analizó Romina.

No hubo medalla, ella lo sabía, pero si hubo aplauso de sus colegas y del poco público permitido. Era el premio al espíritu deportivo de participar y llegar a la meta. Esa fue su victoria y en su rostro se vio ese orgullo de las y los deportistas que siguen dando valor a los juegos olímpicos, que cada cuatro años, nos invitan a vivir ese espíritu deportivo.